martes, 3 de septiembre de 2013

Prefacio: Monstruo.




Se despertó de golpe, alterada por su propio grito y aún medio adormilada comenzó a patear las sábanas y todo lo que tenía a su alcance, buscando liberarse de esas cadenas que la sujetaban con crueldad. Medio llorando, medio gritando giró la cabeza con brusquedad al sentir que otra persona estaba con ella en la habitación y al verle se relajó inconscientemente y antes de darse cuenta de lo que hacía se dejó caer a su lado, acurrucándose en la curva de su cuerpo, sin importarle que él estuviera desnudo, apenas tapado por esa toalla, sin importarle haber dado un espectáculo. Sin saber cómo había llegado allí.

-Ne… ¿soy un monstruo?...

-Todos somos monstruos en nuestro interior, Arisu, consciente o inconscientemente. Pero eso está bien, porque ese monstruo en ocasiones nos salva de una muerte precisa. Pero reside en nuestro interior, durmiendo, a la espera de actuar, así que... -Tomó aire, cerró los ojos y apoyó la mejilla con cuidado sobre la cabeza de Alice.- ... técnicamente no eres un monstruo, Arisu-chan. Eres simplemente una humana. Nuestras vidas no significan absolutamente nada para nadie... Los monstruos proporcionan temor, y el temor crea un sentimiento en las personas. Ese sentimiento hace que el recuerdo del monstruo siga vigente y le de importancia. Pero nosotros no somos importantes para nadie, ¿verdad? Así que eso significa que no somos monstruos...

-¿Sabes una cosa? Tú no eres un monstruo, nunca podrías ser un monstruo. Tus manos están manchadas de sangre, pero no es sangre inocente. Es sangre corrompida, sangre negra. Sangre de todos los que te han hecho daño. –murmuró mientras apoyaba la mejilla contra su pecho, relajándose al sentir los latidos de su corazón contra su cuerpo, el tema de la desnudez olvidado al instante, aunque algo dentro de ella la instaba a acariciar toda la piel que encontrara a su paso. Y eso hizo. Titubeante posó las manos en su pecho y con lentitud comenzó a acariciar la piel desnuda, con las yemas de los dedos enguantadas, maldiciendo por dentro por no poder sentir el calor de la piel. En un gesto inconsciente enredó sus piernas con las de él, quedando así abrazados de manera íntima, aunque ella no se percató de ese hecho y cuando ya se sintió a salvo, algo extraño teniendo en cuanto que él quería matarla, comenzó a hablar de nuevo. -Algún día tus manos van a estar manchadas de mi sangre y esta será negra, corrosiva. Te abrirá en dos, te hará gritar pero no te arrepentirás. Has sido moldeado para odiarme, para querer verme muerta. Eso es un hecho. No serás feliz hasta que no lo hayas hecho, no estarás completo hasta que no lo hayas hecho…Pero…me gustaría que no lo hicieras…

-Mi objetivo no es solo matarte, Arisu-chan. Mi objetivo es hacer que sufras de todas y cada una de las formas que se me ocurran, encuentres placer en ellas o no. Yo soy quien decidirá el final de tu vida. Los hilos que te manejan soy yo quien los controla. Yo soy la mano que los hace bailar a su gusto. Yo soy quien hará que este corazón deje de latir y, cuando eso ocurra... -Se inclinó hacia ella, llegando a rozar los labios sobre su oído, con exquisita suavidad, tentándola, susurrando sola y únicamente para ella.-... los latidos de mi propio corazón se extinguirán. El aliento no escapará de mis labios. Moriré contigo, Alice.

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